En las películas y series, la vida de los jóvenes independizados se retrata como un sueño: no tener que obedecer reglas, poder invitar a tus amigos (citas o pareja) cuando quieras, decidir sobre la decoración y organización del hogar… ¿Quién no anhelaría algo así?
Sin embargo, en la vida real, dejar la casa familiar para encontrar tu propio espacio no es tan idílico. Estas son algunas de las cosas que, sí o sí te van a pasar, pero nadie te advierte.
No importa si no sabes o no te gusta cocinar o si eres todo un experto frente a la estufa, nadie puede escapar de la pesadilla que es medir las porciones e ingredientes para solo una persona (dos, si eres generoso y compartes con tu ‘roomie’). Las primeras veces, prepararás tanta comida que un platillo te durará una semana entera; otras, las verduras se echarán a perder en tu refrigerador porque compraste de más. Es cuestión de agarrarle ‘la maña'.
Ya sea que tuvieras muchas o pocas responsabilidades en tu hogar familiar, una vez que vives solo , todo depende de ti. Literalmente todo. ¿Limpiar el inodoro? Tu responsabilidad. ¿Cambiar un foco fundido? Tu responsabilidad. ¿Lavar y doblar ropa? También tarea tuya. Claro, puedes llamar a alguien para que te ayude, pero, al final de cuentas, tú eres el único encargado de que esas situaciones se resuelvan.
En ese sentido, tendrás que aprender a hacer muchas cosas que alguien más hacía antes por ti, como destapar una coladera, no lavar la ropa blanca con la de color, domiliciar pagos de servicios, usar un taladro y una larga lista.
Posiblemente las primeras veces no tendrás el resultado esperado, pero eventualmente te convertirás en todo un profesional.
“Solo soy yo y pocas veces comeré en casa”, pensaste cuando compraste solo un sartén y un juego de cubiertos. Al poco tiempo descubrirás que estos no serán suficientes. Ni siquiera sabes por qué, si, efectivamente, solo los usas tú y casi siempre comes fuera, pero te van a hacer falta muchos más.
Y, claro, al fin entenderás por qué tu mamá te pedía que cuidaras tanto los ‘tuppers’.
En tu inocencia, imaginaste que podrías decorar tu primer departamento de adulto independiente a tu gusto. Pero, apenas buscaste unos muebles en tienda o en línea, descubriste que ese sueño está un tanto lejano, pues solo te alcanza para los básicos. ¿Quién se hubiera imaginado que las cortinas y colchones son cosas de ricos?
Pero, ¡hey! El hecho de que aún no puedas costear tu lugar ideal no quiere decir que no sueñes con mejorar, poco a poco, tu espacio actual. En el ‘feed’ de tus redes sociales se empiezan a colar ideas de cómo remodelar con poco presupuesto y cómo darle una segunda vida a enseres que algún familiar sea tan generoso de heredarte.
Si previamente vivías en una familia numerosa, es probable que la transición hacia vivir solo (incluso si es con ‘roomies’) sea solitaria. De repente extrañarás las voces y pisadas de tus seres queridos que, previamente, te parecían insoportables.
Por supuesto que es tentadora la idea de dejar los trastes y la ropa sucia para después. Pero llegará el momento en el que te quedes sin platos o prendas para usar. Entonces, hacer esas tareas que postergaste se volverá aún más tedioso.
Así, un día te darás cuenta de que, por más fastidioso que te parezcan ciertos deberes, lo mejor es establecer una rutina para concretarlos.
Quizá las primeras 100 reuniones y fiestas que organizaste en tu espacio de adulto independiente fueron divertidas, pero, si tus invitados no suelen ayudarte a limpiar y recoger después, llegará el día en el que prefieras ir a un bar que ‘poner tu casa’.
Por más que te quieras dar la vida de rico, las cuentas simplemente no salen, así que tendrás que hacer a un lado tu odio por los números para aprender a calcular cuánto gastar en el supermercado, transporte, servicios, ‘hobbies’ y entretenimiento. Sin olvidarte, claro, del ahorro.