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Salud

El ABC de las emociones negativas para detectarlas a tiempo y aprender a combatirlas

En estos tiempos difíciles el mejor remedio contra nuestros demonios internos es aprender a identificarlos.
Publicado 9 Nov 2020 – 12:06 PM ESTActualizado 9 Nov 2020 – 12:28 PM EST
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Conceptual illustration, Bird looking at the sky in woman head, imagination hope dream and ambition concept art, painting artwork, surreal portrait Crédito: Jorm Sangsorn/Getty Images/iStockphoto


Estamos en tiempos extraños, eso ya lo sabemos. La pandemia por el Coronavirus nos ha dejado con un duelo que nos hace recordar y lamentarnos todo el tiempo por la antigua normalidad.

A veces sentimos que lo único que nos queda es la incertidumbre y eso hace que nuestras emociones estén a flor de piel. La realidad es que, la mayor parte del tiempo, no sabemos ubicar y distinguir estas emociones y eso nos genera una terrible frustración disfrazada de enojo o ansiedad.

Según Daniela Labra, directora de la asociación Atentamente Consultores A.C, el mundo en el que vivimos nos ha transformado en analfabetas emocionales, esto quiere decir que nadie nos enseñó a desarrollar conciencia emocional, ni a preguntarnos cuántas emociones realmente tenemos. Según Labra, hay expertos en el tema que han logrado identificar más de 500 emociones, cuando una persona común no podría identificar más de 20.

Identificar cómo y dónde se sienten esas emociones, así como nombrarlas, puede ayudarnos a quebrar la incomodidad y la incertidumbre. Por ejemplo, el odio tiene varios niveles de intensidad: entre el disgusto, el enojo, la hostilidad, la rabia y el odio solo existe una diferencia de grado y duración. No es lo mismo sentir un poco de hostilidad a sentir odio profundo que puede acabar con nuestra paz mental en cuestión de unos días.

También existen algunas otras, como la depresión, que podemos confundir fácilmente con la tristeza, pero en realidad son emociones muy distintas. La tristeza es ocasionada, sobre todo, por alguna pérdida, mientras que la depresión se revela como una sensación de frustración prolongada que produce desánimo y apatía. Saber identificar cada una de nuestras emociones negativas nos ayudará a que ellas ya no nos controlen a nosotros.

Ansiedad:

La ansiedad la reconocemos cuando algo que nos preocupa se sale de control. Es la emoción que experimentamos cuando sentimos de forma exagerada que una situación difícil se nos escapa de las manos. Podemos sentirnos ofuscados o abrumados cuando sentimos ansiedad, como si una capa densa de preocupación borrara momentáneamente nuestros objetivos.

Culpa:

La culpa se siente como una carga moral hacia una acción que cometimos y que consideramos como mala. La mayoría de las culpas nos llevan a la parálisis y al miedo.

Disgusto:

El disgusto es muy cercano al asco. Sentimos disgusto cuando una situación se vuelve incómoda y penosa. Cuando sentimos disgusto por algo o por alguien, puede ser muy probable que si no lo detectamos a tiempo, su intensidad crezca y se convierta en un verdadero sentimiento de odio, el cual es mucho más difícil de erradicar y nos vuelve completamente irracionales.

Depresión:

Es una emoción compleja. Empieza con pequeñas preocupaciones, como el sentir que podemos perder nuestro trabajo, a nuestra familia o amigos, y aumenta su grado cuando esas preocupaciones crecen en intensidad y dejamos de sentir apetito o tenemos falta de sueño. Cuando el miedo y el desanimo nos hacen no querer ver a nadie, ni salir de viaje o hacer actividades agradables, la depresión puede ser un sentimiento peligroso que debe ser tratado clínicamente.

Enojo:

El enojo se distingue por un rechazo a algo particular, y en general, a una exageración de las cualidades negativas de lo que no nos gusta o impide lo que queremos. El enojo es el siguiente estado del disgusto, de la misma forma, si dejamos que crezca puede

Fracaso:

El fracaso está ligado inevitablemente a la frustración, y estas dos emociones las sentimos cuando algo que esperábamos con todas nuestras fuerzas no puede concretarse de la manera en la que lo habíamos planeado desde el principio. Es el estado mental contrario a la aceptación, la cual nos hace ver con claridad todo lo que está ocurriendo en nuestro alrededor.

Frustración:

La antesala de la depresión. La frustración es una emoción muy obvia para la mayoría de nosotros. Identificarla es sencillo porque se relaciona con una actividad muy propia de esta emoción: la queja. Quejarnos de manera constante nos aleja de ver todo lo que hemos logrado y lo que sí tenemos. Visualizar diariamente las cosas positivas en nuestra vida y sentir agradecimiento nos colmará de una sensación de paz y ecuanimidad, como ninguna otra.

Hostilidad:

La hostilidad la sentimos cuando tenemos una herida interna o externa. Es un mecanismo de defensa hacia lo que nos está haciendo sufrir por el momento y sentimos que debemos defendernos. El último paso para llegar al enojo, la hostilidad la sentimos cuando queremos atacar directamente a nuestro agresor.

Insatisfacción:

La insatisfacción es el estado mental que experimentamos cuando nuestros deseos no se cumplen. Es como una pantalla borrosa que no nos deja ver todo lo que tenemos a nuestro alrededor y no nos deja experimentar agradecimiento.

Lástima:

Parecida al disgusto, la lástima no tiene nada que ver con la compasión o la bondad. Es más bien una emoción que solo nos hace lamentarnos por un momento del sufrimiento de otro ser.

Miedo:

Otra de las emociones básicas, el miedo es la sensación primaria que nos alerta de los peligros que nos rodean. El miedo a un ataque es instintivo y normal, mientras que el miedo a una situación que parece difícil es paralizante y negativo.

Nostalgia:

La nostalgia es la emoción que nos enlaza con el pasado. Es una sensación muy fuerte que nos hace sentir anhelo por algo que ya fue. Muchas veces, la nostalgia nos sujeta de manera negativa al pasado, llevándonos a sentir una frustración profunda hasta llegar a la depresión.

Odio:

Otra emoción básica, el odio es todo aquello que nos genera un profundo disgusto por lo inevitable o lo contrario a nuestros deseos.

Orgullo:

El orgullo puede ser entendido como algo negativo, pero también nos da un profundo sentido de satisfacción hacia lo que es nuestro o cercano a nosotros. El orgullo mal direccionado nos puede llevar a la soberbia.

Pereza:

La pereza está más ligada a la ansiedad de lo que pensamos. Cuando algo se sale de control o nos rebasa, sentimos pereza. La paciencia es el antídoto directo de la pereza. Recordar que cada actividad y propósito tienen su propio ritmo, y que Roma no se hizo en un día, nos ayudará a que nuestros propósitos no nos abrumen.

Rabia:

La rabia es el extremo del enojo, la sentimos cuando ya no podemos contenernos y levantamos la voz. Cuidado, porque es el último paso que tenemos para desarrollar odio, el cual es muy difícil de erradicar.

Soledad:

Esta emoción nos hace sentir melancólicos, lo cual quiere decir que sentimos un deseo de añoranza por la compañía de otras personas. Aprender a estar solos no es algo que se adquiera de la noche a la mañana, pero es necesario para validar nuestros propios sentimientos. Sentir que nosotros mismos somos suficientes para estar bien.

Tristeza:

La tristeza es una emoción básica que nos lleva a una visión pesimista de las situaciones que estamos viviendo. Es bueno sentirla y reconocerla porque nos deja conectar con nuestra parte vulnerable, pero no debemos dejar que nos controle por tiempos prolongados. Muchas veces la tristeza puede convertirse en miedo profundo a soltar aquello que perdimos o que no logramos obtener, anclándonos en el pasado y haciéndonos perder las oportunidades del futuro.

Vulnerabilidad:

La vulnerabilidad es la capacidad que tenemos de recibir un impacto emocional, lo cual no quiere decir que sentirla es necesariamente negativo, ya que puede hacernos aceptar las situaciones difíciles que enfrentamos.

Zozobra:

La zozobra es un estado de inquietud parecido a la ansiedad, es justo la emoción que tenemos cuando creemos que estamos a punto de recibir un impacto o una mala noticia.


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