9 momentos vergonzosos que seguro has vivido en el transporte público

Cualquiera que haya usado el transporte público se ha enfrentado a estos vergonzosos momentos cuando menos una vez en la vida.

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Por:
Redacción.
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Viajar en transporte público tiene lo suyo. No es glamoroso ni especialmente cómodo y, por el contrario, hasta te puede hacer pasar pena frente a los otros pasajeros. Si viajas frecuentemente en camiones, seguro te ha tocado vivir al menos uno de estos.

#1 Que no te suba

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Los momentos vergonzosos en los camiones pueden empezar antes incluso antes de la travesía. Estás en la calle esperando a que pase, tienes tu brazo bien levantado para indicar que te quieres subir, estás casi seguro de que el chofer vio tu señal, pero, en un abrir y cerrar de ojos, te das cuenta de que se pasó de largo. Sin motivo, ahora vas apenado y tarde a tu cita.

#2 Caer sobre otro pasajero

Lograste abordar el camión, tu primera batalla ganada en el transporte público. Ahora solo queda librar otras cuantas en el trayecto. La primera de ellas es no caer sobre otro pasajero.

Puede que apenas estés ubicando e intentando llegar al asiento que elegiste o que no haya lugar y tengas que ir de pie. En cualquier caso, tu peor enemigo serán la aceleración y los frenos sin control del conductor, que amenazan tu estabilidad con hacerte pasar vergüenza en público.

Imagen Shutterstock

#3 Dormirte encima de alguien más

Si tu destino está muy lejos o ya dominaste el arte de andar en transporte público, es probable que te quedes dormido en el trayecto. Si bien esto es común, se puede convertir en un momento embarazoso si, entre tantas subidas y bajadas, terminas con la cabeza apoyada en el hombro de la persona a lado de ti. ¡Peor aún si cuando recobras la conciencia, te das cuenta de que era una chica muy guapa o un muchacho muy atractivo!

Eso sí, hay que mencionar que igual de incómodo es ser la persona del otro lado, la que sirvió de 'almohada' para quien se quedó de dormido.

#4 No caber en el asiento

No necesariamente tiene que ver con tu talla. En ocasiones, los asientos están demasiado juntos entre sí o la otra persona carga con tantas cosas que más bien parece una mudanza. Cualquiera que sea el caso, tú llevas medio cuerpo fuera del asiento y terminas pensando que mejor ni te hubieras sentado.

#5 No poder abrir la ventana

El calor de la ciudad te está sofocando y la única solución que tienes es que te dé el aire fresco en el rostro. Así, te dispones a abrir la ventana del camión. Lo intentas una vez, algunas miradas se posan sobre ti en espera de que alivies a otros pasajeros, pero no se abre. Das un segundo jalón y no se desliza. La presión de este grupo de extraños poco a poco aumenta. Un tercer intento y nada. Por más fuerte o hábil que seas, la ventanilla está atorada y a ti solo te queda pretender que no estás a punto de morir de pena o de calor.

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#6 Pegarte con los barandales

Nadie sabe por qué, pero no todos los pasamanos de los camiones son iguales ni tienen las mismas dimensiones. Por eso (y más si eres alto) es probable que en alguna ocasión te hayas golpeado en la cabeza.

#7 Ser el sujeto de observación de un payaso o artista

En este mundo hay dos tipos personas: las que disfrutan y las que odian a los artistas que montan shows en el transporte público a cambio de unas monedas (llámese payaso, comediante, músico, etc.). Pero hay algo en lo que ambos grupos convergen: nadie quiere ser el sujeto de su rutina, es decir, que empiece a hacer chistes o rimas sobre tu look, tu mochila o tu gesto desanimado. ¡Yo por qué!

Imagen Editorial, Becario

#8 Que el chofer no te haga la parada

Estás por llegar a tu destino, te aproximas al final del camión y, a pesar de que anunciaste que estabas listo para bajar, el chofer tenía otros planes para ti, por lo que se detiene una o dos calles más lejos de donde tú le pediste. Y para colmo de males, otros pasajeros fueron testigos del momento.

#9 Caerte al bajar las escaleras

Otra posibilidad es que el camión sí haya hecho la parada donde se lo pediste, pero en realidad no se detuvo por completo, sino que solamente disminuyó su velocidad y a ti te tocó hacer malabares para bajar a salvo. Si bien, casi siempre lo logras, no falta un penoso desliz de vez en cuando. Lo peor de estos casos es que tu momento de vergüenza no solo fue presenciado por el resto de pasajeros, ¡gente de la calle también te vio!