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Carta a mi abuela que me cuida desde el cielo: te fuiste, pero sé que sigues a mi lado

Cuando te fuiste, creí que el mundo se acabaría. Ahora sé que sigues a mi lado y me cuidas como siempre.
Publicado 28 Sep 2023 – 06:22 PM EDTActualizado 28 Sep 2023 – 06:22 PM EDT
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Abuela, la huella que dejaste en mí es imborrable. Nuestra conexión fue tan especial que te pienso y extraño todos los días, al mismo tiempo que sé que eres luz.

Carta a mi abuela que cuida desde el cielo

Mi vida se cuenta en un antes y un después de tu partida. Los años que pasamos juntas se reproducen en mi mente con un filtro dorado: nuestras sonrisas encontrándose al abrirme la puerta de tu casa, las anécdotas con las que llenaste mi infancia, las horas que pasamos cantando las canciones ‘viejitas’ que te gustaban, la sobremesa sin igual en tu cocina y nuestros brazos entrelazados al caminar por la calle. Todos esos momentos me enseñaron el significado de la calidez.

Crecí al tiempo que tú envejeciste. Mientras yo marcaba mis ‘primeros’ en la vida, tú llegabas al acto final. Aun así, nunca te faltaron las sonrisas, el cariño y hasta te animaste a hacer travesuras a mi lado. Quizás por eso, no sospechaba que nuestro tiempo estaba contado.


Cuando te fuiste, el mundo no dejó de girar, pero para mí, fue como si se hubiera acabado.

Después de los rituales de despedida, llegó el duelo. Un monstruo de mil caras (tristeza, enojo, amargura, negación) que parecía dispuesto a instalarse en mi corazón para siempre. Hoy entiendo que el dolor es el precio que pagamos por el amor.

También, ahora sé que no te has ido del todo. Luego de muchas lágrimas derramadas, te encontré en los lugares más inesperados. Un día reconocí tu nariz en la de tus hijos. Otro día, sin que lo hubiera pedido, un primo me hizo la misma caricia de cariño que tú. En otra ocasión, me sorprendí diciendo, palabra por palabra, esa frase tan tuya para expresar dicha. Un nuevo integrante de la familia llegó y, sin haberte conocido, hace tu mismo gesto de desaprobación. Somos y siempre seremos tu legado; vives en nosostros.


Aún quisiera poder llamarte, visitarte, y consultar tu opinión sobre mis decisiones. Me gustaría contarte todo lo que he hecho desde que te fuiste y que me dijeras lo orgullosa que estás de mí. Que me invitaras un café con un pastel recién horneado para ponerte al día de las últimas noticias en mi círculo social. Pero, sé que los años que compartimos fueron los necesarios para que me dejaras la brújula que dicta mi actuar para honrar tu memoria.

En esos días en los que tu ausencia pesa más que nunca, busco nuestras fotografías juntas, abro el cajón de las cosas que me dejaste o visito tu casa. Cada una de estas cosas, me recuerda que el amor que nos tuvimos no se va solo porque ya no estás.

Por si me quedaban dudas de que me cuidas desde el cielo, me has mandado algunas señales. Cuando me visitas en mis sueños, o cuando encuentro tu olor en una prenda que hace mucho que no me ponía. También con esas cosas extraordinarias que suceden solo en fechas cercanas al que sería tu cumpleaños o tu aniversario luctuoso. Así sé que aún estás al pendiente de mí.


Con esa certeza, y nuestro cariño siempre presente en mi corazón, vivo feliz y en paz: sonrío porque sé que no te gustaría verme triste, te dedico mis mayores logros y no me cierro al amor solo porque podría doler en el futuro.

Abuela, has sido tan importante para mí que hasta el dolor de tu partida ha sido una guía en mi vida. Gracias por todo lo que me has enseñado.

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