Álvaro es el primogénito de los Falcón, por tal ha hecho todo por cumplir las expectativas del hijo mayor: ser un arquitecto exitoso y lograr una mejor posición social y económica, no sólo por su trabajo, sino también por haberse casado con una mujer triunfadora y de buena familia.
Aunque Álvaro y su esposa Olga han soñado con tener hijos, no lo han conseguido porque él es infértil y tras años de intentos fallidos esto empieza a socavar su autoestima, además de que ha propiciado que Olga concentre su energía en el trabajo y tenga un mayor crecimiento profesional en relación a los logros de él.
Entre la falta de empatía laboral y el desgaste por buscar al hijo que no llegó, el distanciamiento comienza a resquebrajar el matrimonio.
Los enfrentamientos con su madre le hacen entender a Álvaro que las expectativas familiares puestas sobre sus hombros resultan ser un peso excesivo para él. Por ello le costará trabajo asumir que está viviendo una “depresión masculina” debido al mandato social y patriarcal que dicta que los hombres no pueden deprimirse, porque son proveedores, los fuertes y quienes llevan los pantalones en la casa.
El amor que poco a poco va surgiendo entre él y Ariadna, lo impulsa a reinventarse desde otra perspectiva más humana. Así, Álvaro aprende a dejar de lado el peso de tener que cumplir con lo que se espera de él y aceptar su propia vulnerabilidad, además de superar su resentimiento hacia las mujeres.