"Destrozar mi cabello por encajar en un estereotipo, fue lo peor"- Brenda Kellerman

Estos son algunos de los obstáculos que la modelo tuvo que superar para pasar de odiar su cabello, a verlo como un atributo único e increíble.
Por: Andrea Camarena
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Brenda Kellerman siempre supo que era diferente. O más bien, eso fue lo que siempre le quisieron hacer creer. Originaria de Costa Rica, la modelo creció siendo señalada por su cabello, un tipo de afro que siempre llamó la atención de sus compañeros y que fue blanco de burlas por no acatarse a los estereotipos de belleza que dictaba la sociedad.

En entrevista exclusiva para Las Estrellas, la actriz y modelo de 33 años hizo un viaje a su niñez para contarnos sobre el bullying que sufrió de pequeña, el momento en el que tocó fondo y el proceso que vivió para quererse y aceptarse tal y como es.

Pregunta. ¿Cómo eras de niña?

Respuesta. El rasgo más distintivo que tuve siempre fue mi cabello. Es un tipo de afro chino, con el que desde chiquita batallaba mi mamá. Ella era la que me peinaba, entonces imagínate los nudos y enredos que tenía que quitarme.

De personalidad era la típica niña que si no hacían lo que yo decía, me enojaba. Hay una anécdota que me gusta mucho que mi mamá cuenta. Cuando íbamos a una tienda, el señor que la atendía siempre me jalaba el pelo, y yo me enojaba. Yo tenía como dos añitos. Él me daba una paleta para que lo perdonara, pero yo no le aceptaba la paleta. A mí no me compraban con nada, si me jalaban de la melena ya me caían mal. Mi carácter desde chiquita siempre fue un poco complicado, fuerte.

Brenda Kellerman se peina su alborotada melena e impacta a sus seguidores con el resultado

P. ¿Fue entonces desde pequeña que comenzaste a tener una relación complicada con tus crespos?

R. Fue por etapas. Cuando estás chiquita realmente ni cuenta te das. Luego cuando llegas a la etapa en la que ya estás creciendo más y ves a tus amiguitas con la cabellera larga y lacia, te empiezan a preguntar: “Oye ¿por qué el tuyo es así?” “¿Por qué no es como el mío?” Y uno no sabe cómo explicarles. Lo normal es decirles “pues el mío es así porque mi papá es negro, mi mamá blanca, y es una combinación”. Pero eso uno lo entiende hasta que es más grande. En ese momento, a mí me daba vergüenza, luego fui creciendo y ya vi lo bonito de mi cabello, entendí que así era yo y que eso es lo que me hacía diferente.

P. ¿Cuál fue el momento más difícil de tu niñez a causa de la mala relación con éste?

R. El momento más difícil fue que, como yo no me aceptaba, insistía en utilizar productos para alaciarlos. Un día usé uno de esos productos y me di cuenta que era tan potente, que se me empezó a caer muchísimo el pelo; me lo quemé. Imagínate, con tal de ser lacia quemé mi propio cabello. Fue duro porque volver a tenerlo como antes me tomó bastantes años. Utilizar productos para ser otra persona y terminar destrozando mi melena, todo por encajar en un estereotipo, fue lo peor. Ahí dije “qué tonta, ¿por qué lo haría? Así me hizo Dios y así me tengo que amar”. Los estereotipos te llevan a hacer muchas cosas que no hay necesidad de hacer, porque todas somos bonitas.

P. Adicional a estos señalamientos ¿sufriste bullying como tal?

R. No te voy a mentir, tuve mucho bullying . Me ponían apodos como “el brócoli” o “Cocorí”, que era una caricatura muy famosa en Costa Rica de un personaje con la piel morena y el cabello así. También me decían “Cucarachita mandinga” que era otra caricatura de allá. Lo bueno es que tuve la suerte de contar con el apoyo de mi mamá, entonces ella me ayudaba, me peinaba y me calmaba.

P. ¿Qué te dejó esta experiencia? ¿Qué aprendiste?

R. De esta experiencia aprendí a no hacer bullying, a no juzgar. A que, por ejemplo, si alguien tiene el pelo verde, y a esa persona le gusta, está bien. No a todo el mundo le tiene que gustar todo lo de los demás. Cada quién puede andar como quiera, ponerse lo que quiera. Nosotros no tenemos por qué etiquetarlas, porque es triste que hoy etiquetamos todo. Si vemos a una persona tatuada ya creemos que es malandro, cuando puede ser una persona súper estudiada y súper trabajadora a la que nada más le gustan los tatuajes. Entonces eso, a no juzgar ni etiquetar.

P. Una vez que decidiste que querías incursionar en el mundo de la actuación y el modelaje, ¿cuál dirías que fue la dificultad más grande que enfrentaste?

R. Cuando decidí incursionar de lleno en la actuación y modelaje, por dicha característica no tuve muchos obstáculos. De hecho, los obstáculos que tenía antes hoy son una ventaja. Como modelo, mi pelo fue un ‘boom’, porque como aquí en México no hay muchas mujeres con un look así, eso me ayudó mucho a mí.

Como actriz, a veces puede ser un obstáculo, porque luego me dicen “oye es que siempre vas a salir con el mismo pelo”. Pero no es así, porque si para alguna novela mi personaje necesita que sea lacia, pues me pongo lacia, ese es mi trabajo. No es Brenda Kellerman saliendo en la novela, es el personaje. Creo que he tenido obstáculos como todos, pero pequeñitos, ninguno grave.

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P. ¿Desde niña supiste que querías ser modelo y actriz?

R. Mi vida ha sido todo un giro. Desde chiquitita mi mamá me llevaba a hacer castings de comerciales, pero yo era de esas niñas que nada más no querían. Entonces mi mamá me decía: “Pero si te quedas en el comercial te vas a poder comprar muchos dulces”, y sólo así sí lo hacía, pero no me gustaba. Yo le huía a las cámaras. Todo lo que era modelaje y actuación, que es a lo que ahorita me dedico, de chiquita nunca cruzó por mi mente. Yo quería estudiar Medicina y ser futbolista, pero no lo logré por todos los estereotipos que había. El clásico “no puedes jugar eso porque es un deporte de hombres” y cosas así.

P. ¿Qué te hubiera gustado escuchar para motivarte a perseguir ese sueño de ser médico o futbolista?

R. Me hubiera gustado que me dijeran que para estudiar Medicina sí puedes tener corazón. Porque creo que en el tema de ser doctora, eso fue parte de lo que me cerró un poco las puertas, que me decían que había que ser muy frío. Pero yo sé que sí hay doctores que son sensibles, que sienten y les duele. También me hubiera gustado que alguien me dijera que sí se podía, que sí se podía estudiar Medicina o cualquier otra cosa si así lo hubiera querido.

P. ¿Qué es lo que más extrañas de Brenda cuando era niña?

R. De lo que más extraño es tener a mi abuelo materno. Mi abuelito no era una persona que tuviera mucho dinero, entonces todas las cosas que hacía, él las construía con sus manos. Si nos ponía por ejemplo, un pasamanos, él nos lo hacía de madera. Eran los mejores momentos porque todos los primos jugábamos, y luego mi abuelo nos llevaba por un helado. También recuerdo que nos sentaba en una de sus piernas y nos hacía sentir una paz maravillosa.

P. ¿Qué sigue presente de tu ‘yo’ de pequeña, hoy en día?

R. Esa niña que por más que le decían “qué cabello más feo” siguió adelante y sigue adelante. De chiquita aprendí que las cosas que nos lastiman, hay que hacerlas a un lado. Eso todavía lo tengo, porque todavía la gente me dice lo mismo: “oye arréglate el pelo, qué feo está” y yo lo único que hago es agarrar eso y tirarlo a la basura, y seguir siempre con la mirada al frente, firme.

P. Si supieras que hoy alguien que está leyendo esto se siente igual que tú hace unos años respecto a su físico, ¿qué te gustaría que supiera?

R. Que no hay mejor que ser ellos mismos. Que no se tomen en serio las cosas que vienen de otros. Cada quién tiene su personalidad y todas son bonitas. Tienen que sentirse seguros de ellos mismos, no enfocarse en los errores sino en lo que aprendemos y nos hace crecer. No importa si eres negra, afro, güera, china, lo que sea. Lo importante es amarse. Si ellos se aman, cualquier persona los va a amar.

P. En un mundo en el que predominan los prejuicios, las etiquetas, los estereotipos, y en el que existen personas que nos quieren ver fallar, ¿qué le dirías a alguien que hoy tiene algún sueño o meta que cumplir?

R. Le diría que para llegar a donde quieren llegar, hay que fallar muchísimas veces. No por fallar una vez significa que tienes que dejar todo tirado. Tienes que fallar y fallar para ser una persona grande (...) No importa si te cierran 5 mil veces la misma puerta, en cualquier momento se va a abrir. A mí me pasó. A mí se me abrieron muchísimas puertas queriéndome . Tenemos que amarnos y respetarnos, eso es lo más importante.

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