“De niña no me juzgaba tanto ni era tan malvada conmigo” - Michelle Rodríguez

La actriz recuerda con nostalgia su niñez y esos años en los que afirma se sentía libre de ser, sin escrutinio social.

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Por:
Andrea Camarena.


Una de las actrices más queridas de la televisión y el teatro mexicano, narró en entrevista exclusiva para Las Estrellas, cómo fue su proceso desde que abrazaba el sueño de llegar a la pantalla y los escenarios cuando niña, hasta que llegó a hacerlo. Evadir malos comentarios, fortalecer la confianza en sí misma y aferrarse a lo que más le apasionaba, fueron elementos importantes de la fórmula que desde pequeña, entendió que debía replicar si quería volar alto.

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Pregunta. ¿Con qué soñabas cuando eras niña?

Respuesta. Soñaba con hacer todo lo que hago ahora, y me encanta porque cada vez me doy más cuenta que mi día a día es hacer feliz a mi niña chiquita, y eso me pone muy contenta.


P. ¿A qué edad supiste que querías ser actriz?

R. Desde bien chiquita, como desde los cinco años. De niña me llevaban a una escuela que se llamaba algo como “Taller Musical del Sur”, y ahí me enseñaban piano, cantábamos, hacíamos obras de teatro…¡me encantaba ir!


P. ¿Recuerdas de chiquita haber sufrido bullying o haber sido atacada de algún modo?

R. No, nada. Me acuerdo que alguna vez que platiqué con una 'amiguita' en la primaria y le conté que a mí me gustaba (la actuación y el canto) y que mi mamá me quería meter al conservatorio, pero como a mi amiga no le gustaba lo que a mí, me dijo “ay qué flojera”. Y yo por seguirle la corriente dije “sí ¿verdad? qué flojera”. Pero fuera de eso no; estaba rodeada de puros niños que estaban igual de chiflados que yo.


P. ¿Durante tu niñez qué es lo que recuerdas que más te gustaba de ti y qué es lo que menos?

R. Me gustaba mucho que nunca me juzgaba en la forma de vestir. Me vestía como yo quería y estaba padre porque no lo cuestionaba. No es como ahora que dices: ‘Ay, ¿sí me pondré esto?’. Creo que no tenía tanto juicio hacia mí cuando estaba chiquita, yo sólo la pasaba muy bien. Por otro lado, lo que no me gustaba era que era súper miedosa.


P. ¿Qué te daba miedo?

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R. Por ejemplo subirme a los juegos mecánicos, las cosas de terror. Y curiosamente son cosas que hoy en día me siguen dando miedo, ¿tú crees?


P. ¿Alguna vez te dio miedo perseguir tu sueño de ser actriz?

R. Fíjate que no. Creo que es algo que yo asumí y me compré desde muy chica. Muy a mis adentros yo decía “vas a ver que un día lo vas a lograr”. Conforme fui creciendo sí hubo momentos que dudé si podría, porque no tenía mucha claridad de cómo se hacía y se decía que necesitabas palancas y demás, y ahí yo sí decía “¿palancas? ¿de dónde la saco?”


P. ¿Cuál ha sido el obstáculo más grande que has enfrentado para llegar a donde estás hoy?

R. Yo misma, mi cabeza. He descubierto que tú eres responsable de poner tus propios límites sobre lo que la sociedad te dice. La realidad es que nosotros somos a veces nuestro peor verdugo.


P. En esta línea, ¿qué límites o estigmas sociales crees que has logrado derribar para llegar a donde estás?

R. Principalmente, aprender a confiar en mí, en lo que soy, en lo que puedo hacer. Aunque parezca de alguna manera trillado, creo que nunca nos enseñan a confiar en nosotros; siempre nos dicen “tú échale ganas, el ‘no’ ya lo tienes”, pero no, debería ser al revés, debería ser algo como “date cuenta qué poderoso eres, date cuenta de las capacidades que tienes y explotalas”.

También está, obviamente, la construcción social de las barreras físicas, en cuanto a que soy mujer, soy morena, soy chaparra, soy gorda. Y se va agregando ‘palomita de minoría, palomita de minoría’. Estas construcciones sociales que nos hacen creer que no somos capaces, no nos ayudan porque emocionalmente no nos enseñaron a apapacharnos para intentarlo y pensar que sí podremos lograr lo que queramos.

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P. ¿Consideras que estas barreras estaban contigo desde niña? ¿O fueron apareciendo conforme fuiste creciendo?

R. Creo que de niña no sabía que estaban, y eso estaba padre, porque sueñas de una manera más libre. Por ejemplo, si de niña te decían “oye tu playera está horrible”, tú decías “¡claro que no! ¡Está increíble!”, pero si ahorita de grande te digo “qué fea está tu playera”, tú te la vas a querer cambiar ahorita, porque si no todo el día te vas a sentir incómoda, horrible, y ya no te la vas a querer poner nunca.


P. ¿Qué es lo que más extrañas de ti cuando eras niña?

R. Extraño que no me juzgaba tanto ni era tan malvada conmigo como a veces puedo serlo. Soy muy exigente conmigo misma, y de alguna manera está padre porque me lleva a ser lo que soy; por la disciplina, la fortaleza, la preparación, la constancia. Pero por otro lado, a veces tanta exigencia hace que el disfrute sea distinto; que sea más como una recompensa. Cuando era chiquita era diferente… y es que estaba bien chiflada, ¡la pasaba muy bien!


P. ¿Y qué crees que sigue presente?

R. La espontaneidad, las ganas de cantar, de jugar, de tener amigos, de pasarla bien. Sigo siendo esa niña con ganas de hacer muchísimas cosas, que está un poco loquita y chiflada, y que se repite constantemente: “esto sí se puede”. Creo en la magia, creo que las cosas pueden pasar, creo en la gente, creo en que todos podemos ser amigos… en eso sigo siendo una Mich muy chiquita.

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P. ¿Qué le podrías decir a alguien que leerá esto y que se siente atrapado en un mundo, como el nuestro, lleno de estereotipos y prejuicios?

R. Les diría que elijamos qué escuchamos, que elijamos qué queremos dejar en nuestro inconsciente. De pronto nos clavamos con las cosas feas y dejamos pasar 100 comentarios bonitos por uno feo. Entonces creo que ponernos listos a la hora de elegir qué dejamos entrar a nuestra cabeza, a nuestro corazón. También, creo que es importante que nos mantengamos agarrados y apapachados por nosotros mismos, porque como el maestro Fernando Martínez Monroy dice, y parafraseo porque seguramente él lo dice mejor: “Aprende a caerte bien porque por más lejos que te vayas, eres la única persona que siempre vas a llevar contigo”. Eso.