Una vez más, Augusto acorrala a su madre, para que elija entre Braulio o su propio hijo, lo cual es una decisión fácil para alguien que tomó el camino de la rehabilitación emocional.

Las discusiones entre Augusto y su madre no se detienen, llegando al punto en que Griselda estuvo punto de romper su promesa de sobriedad y busca ayuda en el grupo de apoyo.

Por sugerencia de su hermana, Griselda decide ir a terapia, donde la psicóloga le hace ver que Augusto ha jugado con su mente a su antojo, a través del paso del tiempo.

Griselda no deja de reprocharse por haber descuidado a su hijo mientras atravesaba por una etapa de duelo, en la que se refugiaba en la bebida, debido a la pérdida de su esposo.

Esperanza hace labor altruista en una asociación de mujeres desaparecidas y no descansará hasta encontrar a su hija, pero en Mayra encuentra una razón para mantenerse firme en su misión de vida.

Tras vivir una espeluznante experiencia con Perla, Mayra busca a Esperanza, llevándose la sorpresa de ver que, el lugar que dejó, está ocupado por alguien más.